Desde este contexto comprendo mi práctica docente como un proceso social e intelectual comprometido con la expectativa de participar del modo más idóneo en la formación de seres humanos capaces de asumir un lugar en el mundo y las responsabilidades éticas que esto conlleva.
Coincido con el Mtro. Porfirio Morán cuando  dice que la práctica docente   es una actividad que reclama una consideración prioritaria, ya que esto posibilitará que los docentes podamos lograr una formación especializada, nos visualicemos como docentes investigadores, nos podamos identificar con la institución en la cual colaboramos y podamos entender  las necesidades sociales que  nuestra práctica docente tratará de subsanar.
Todos estos aspectos antes mencionados no sólo confieren a la práctica docente en la modalidad presencial, lo es también en la modalidad a distancia, sin embargo, creo que ésta conlleva aún más responsabilidades y grandes compromisos, ya que a diferencia de lo presencial asumirse como docente a distancia, es asumirse como un docente con una mentalidad abierta al cambio, tener una actitud innovadora, pero esta actitud no sólo debe conferir al manejo de las herramientas tecnológicas que estén en boga, sino que hay que ser innovador también en lo didáctico y pedagógico, es decir, incursionar en  nuevas y creativas maneras de desarrollar estrategias de enseñanza-aprendizaje para llamar la atención de nuestros educandos.

Otro aspecto que me ayudo a  reflexionar sobre mi práctica docente fue lo que afirma el Mtro. Casanova cuando dice que el docente a  distancia: ¨debe de desarrollar su práctica educativa bajo diferentes enfoques, que comprendan  lo pedagógico, lo filosófico, epistemológico y su propia disciplina.¨ Este aspecto me compromete con la  posibilidad que tengo  por incursionar en diferentes enfoques, claro, sin olvidar la postura con la cual estoy comprometida: la de ser una docente  que está formando  para la humanización.